Don Prudencio Benito, nacido en Santibáñez de Béjar (Salamanca), comenzó sus andaduras vendiendo aceite de oliva y pimentón por los pueblos de la sierra con la ayuda de un carro y una mula. En una de sus rutas, vino a parar a Villacastín (Segovia), un pequeño pueblo situado en las montañas, en plena sierra de Azálvaro, paraje reconocido desde el siglo XV, por la elaboración de productos curados procedentes del cerdo gracias a su buena climatología.

Fue así como en 1910 Don Prudencio decide comprar una vieja casa de la zona y fundar LA PRUDENCIA, empresa a la que pondría este nombre en honor a las mujeres de su casa.

Antigua furgoneta de La Prudencia

Don Prudencio, siguiendo las tradiciones centenarias, instauró uno de los primeros mataderos y fábricas de la región. Actualmente, la tercera y cuarta generación, nietos y bisnietos del fundador, continuamos estos criterios ancestrales, con el objetivo de lograr piezas exquisitas, aunando calidad y tradición.

En La Prudencia, nos distinguimos por controlar todo el proceso productivo, desde la raza, la alimentación y la crianza del cerdo ibérico en nuestras fincas propias en Zafra, Extremadura.

Contamos con matadero y sala de despiece propios, dónde aseguramos la trazabilidad de todos nuestros productos.

Una curación muy lenta en nuestros secaderos y bodegas naturales a 1200 metros de altitud, una larga maduración, el clima y las condiciones meteorológicas, junto con el bajo contenido en sal, hacen que nuestras piezas sean únicas. Jamones y paletas de sabor extraordinario, además de unos embutidos tan especiales, que recuerdan los sabores de pueblo.

Antigua oficina La Prudencia